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Política y fútbol en la cota mil

Antes de su retiro en África, el sacerdote católico Felipe Berríos había comenzado un particular  y criollo movimiento de los indignados, criticando a través del diario El Mercurio ciertos elementos de la sociedad chilena que le parecían contrarios a la justicia y equidad social y, supongo también, contrarios a la fe y  la doctrina de la Iglesia Católica.

 

Entre los temas en que fijó su crítica el sacerdote Berríos, estuvo la situación de los jóvenes que pertenecen a las universidades privadas que no forman parte del Consejo de Rectores y que están situadas en la precordillera santiaguina, en la denominada cota mil de la cordillera de Los Andes. Entre esas universidades se encuentran la Adolfo Ibáñez, la del Desarrollo y la de Los Andes, entre otras. Algunas de ellas tienen fines de lucro y otras no, pero Berríos no criticó la infracción de algunas de esas universidades a la Ley de Educación, sino que denunció el apartheid geográfico y social que se daba entre los estudiantes matriculados en esas casas de estudio.

 

Berríos en su momento criticó la segregación social que se da en la ciudad de Santiago, pues esas universidades, a su juicio, están ubicadas en un sector de Santiago que impide que esos jóvenes conozcan el Santiago real: el de la pobreza, el de las calles sin árboles ni pasto, el de las villas de casas pequeñas y sin el mínimo cuidado estético en su diseño y en su mantención. Ese Santiago real que antiguamente se designaba como “de plaza Italia para abajo”.

 

Este año 2011, a esa crítica del sacerdote jesuita, se sumó la del movimiento estudiantil, que a algunas de esas universidades de la cota mil le cae por el hecho de que tengan sociedades inmobiliarias y de otro tipo paralelas, que son las que lucran con los aportes de las familias de los estudiantes matriculados en ellas. El lucro consiste, como ya lo sabemos a estas alturas, en que esas sociedades están compuestas por socios que también lo son de la corporación o de la fundación que controla la universidad, socios que retiran las utilidades que producen las sociedades con el negocio educacional.

 

Sin embargo, este domingo 16 de octubre de 2011 la cota mil volvió a aparecer. Esta vez el motivo era el fútbol, ya que cercano a la cota mil, en el estadio San Carlos de Apoquindo, se disputó uno de los partidos considerados entre los más candentes del fútbol chileno: el partido entre el equipo de la Universidad Católica y Colo – Colo.

 

La noticia del partido no solo estuvo dada por el tradicional antagonismo entre los dos equipos, quizá solo un poco menor que el que puede darse entre la Universidad de Chile y Colo –Colo, los dos equipos más grandes y populares del país, sino porque ese partido supone juntar en un mismo recinto a los dos santiagos y por qué no decirlo, a los dos chiles: el Chile de los privilegiados que estudian en colegios privados de elite y luego en universidades de prestigio y el Chile de la mayoría que estudia en colegios municipales y particulares subvencionados y que ingresa a universidades no siempre prestigiosas, pero en todo caso, endeudándose con la banca privada para poder costear esos estudios. El Chile de unos pocos ricos y el Chile de la clase media y popular al que el ingreso promedio familiar de $610.000 le parece un verdadero lujo.

 

La Intendenta de la Región Metropolitana en uso de sus facultades legales, autorizó la realización del partido en el estadio San  Carlos de Apoquindo, lo que suscitó una dura polémica con el Alcalde de Las Condes, Francisco de la Maza, quien consideró un descriterio autorizar la realización de un partido de alta convocatoria de público en un estadio con poca cabida.

 

La polémica no solo tuvo interés por el enfrentamiento de dos políticos que forman parte de la coalición de gobierno del Presidente Piñera, sino porque puso presente una vez más la situación de la segregación social por barrios que especialmente se da en la ciudad de Santiago.

 

Tal como habían anunciado los partidarios de Colo – Colo, éstos llegaron por cientos al estadio de San Carlos de Apoquindo para intentar adquirir las entradas para presenciar el encuentro deportivo. Sin embargo, las fuerzas de Carabineros comenzaron a detener masivamente a cientos de jóvenes colocolinos. Una especie de detención preventiva por sospecha, lo cual atenta contra el ejercicio más elemental de los derechos ciudadanos de esos jóvenes que querían alentar a su equipo.

 

Sorprende el desparpajo con que el gobierno trató este tema. Utilizó el peor camino posible, como lo es el de la ilegalidad: detener a personas por sospecha o preventivamente.

 

Hay, parece ser, en el imaginario del gobierno un bien superior a muchos otros y que el Ministro del Interior quiere cuidar a como dé lugar. No molestar a los ricos en su sosiego y en su propiedad.

 

La solución definitiva a este tipo de problemas está a la vista. El club deportivo Universidad Católica debería utilizar este estadio solo para entrenamientos o para partidos internacionales donde no pueda llegar mucho público. Para disputar la liga chilena de fútbol debería tener otro estadio situado hacia el sur o lados de Plaza Italia; un estadio en el Chile real. Ahí podrían concurrir colocolinos y chunchos sin que el Ministro del Interior del Presidente Piñera mande a detenerlos por las fuerzas policiales. En el Chile real ellos son libres e iguales por lo que no es preciso detenerlos: en la cota mil no tienen derecho a desplazarse como ciudadanos libres. Faltaría más!

 

Andrés Bordalí Salamanca

Profesor de Jurisdiccón - UACh

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