Maneras de conocer a Ernesto Garzón Valdés
In memoriam (1927-2023)
Hace más de una década, cuando iniciaba mis estudios de posgrado conocí a Ernesto Garzón Valdés. Él concurría mensualmente a la Universitat Pompeu Fabra a dirigir un ciclo de lecturas. La instancia resultaba inmejorable, todos los profesores del Área de Filosofía del Derecho en comunión con los estudiantes de posgrado se reunían en torno a las temáticas que nos invitaba a discutir.
Ha pasado el tiempo y aún me resulta sorprendente su visión respecto de los temas elegidos. Año tras año las cuestiones analizadas cambiaban, pero el entusiasmo se mantenía intacto. Leíamos y discutíamos sobre neurociencia, responsabilidad de los robots, los textos de los conquistadores de América, el pensamiento jurídico en la antigüedad, el siglo de oro español, sin olvidar otros asuntos más tradicionales como tolerancia y laicismo, o el debate entre H. Kelsen, H. Heller y C. Schmitt.
Concurría elegante, y se expresaba de manera pausada. Le acompañaba una maleta cargada de libros que repartía entre los asistentes al grupo de lectura, principalmente, entre los más jóvenes. Era el primero en llegar y siempre estaba dispuesto a conversar. Solo pedía comprometerse con la lectura de los materiales y no perdía la oportunidad de instar a los más jóvenes a hacerse responsables de su formación.
En el fondo, como todo académico consagrado con dotes de maestro buscaba generar instancias dirigidas a compartir, enseñar y aprender. Era un convencido de que solo en el intercambio intelectual entre generaciones era posible avanzar académicamente y, lo más importante de todo, nunca dejó de construir comunidad.
Quizá por ello, en este momento de despedida, muchos sentimos el enorme vacío que nos deja su partida, pero al mismo tiempo nos reconforte sentir que formamos parte de una enorme comunidad académica deudora de su espíritu infatigable. No nos une únicamente la lectura de sus centenares de trabajos académicos (artículos, capítulos, libros, traducciones, etc.), sino algo más personal, que excede lo intelectual y se instala en lo emocional.
Desafortunadamente, no conozco a todas las personas que se consideran formadas por Ernesto Garzón Valdés, tampoco he podido compartir con todos quienes contrajeron deudas intelectuales con él y mucho menos podría determinar a quiénes se vieron favorecidos de su ayuda. Es tan grande su número que me gustaría pensar que podemos constituir un continuo dirigido a honrar su memoria a partir de la enseñanza, difusión y discusión de su vasta obra. Si bien ayer partió una persona excepcional, quienes tuvimos la fortuna de conocerlo debemos continuar su legado y, en consecuencia, no dejar de presentar a las nuevas generaciones las distintas maneras en las cuales pueden conocer a Ernesto Garzón Valdés.
Profesor Filosofía del Derecho, UACh
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